viernes, 14 de noviembre de 2014

Contra el entrenamiento perpetuo


Sí señores, en esta primera entrada voy a luchar contra una de las ideas más extendidas en el mundo del espectáculo, defendida por los mayores maestros con frases como “La clave del éxito es entrenar hasta que te sangren los dedos, y después seguir entrenando”.
Antes de nada, querría recordar que mi opinión viene condicionada por mi orientación en las artes escénicas, y esta es hacia la figura del showman, un personaje con conocimiento de muchas de estas artes (dramatización, baile, malabares, ilusionismo…), pero que no ha de ser “el mejor” en ninguna de ellas.
Y desde ahí, sí, me opongo al entrenamiento constante durante el mayor número de horas al día, el mayor número de días al año. A aprovechar todo el tiempo libre que tengas para practicar una y otra vez los mismos trucos o técnicas.
Pero si bien soy tan temerario como para realizar una afirmación tan controvertida, no soy tan tonto como para hacerlo sin argumentos.

Comencemos desde un punto de vista creativo, ya que considero que gran parte del arte escénico consiste en crear tus propias representaciones, juegos o rutinas. El proceso creativo tiene un momento de incubación. Este consiste en dejar la idea latente en nuestro interior, pero sin pensar conscientemente en ella, en dejar que el subconsciente la trabaje mientras nosotros dedicamos nuestra atención a otros asuntos. Sin este proceso, es muy difícil que algo creativo salga a la luz. Si buscamos una nueva rutina de mazas y todos los días practicamos con ellas mañana y tarde, llegará un punto en el que nos bloqueemos y no seamos capaces de pensar algo diferente a lo que estamos haciendo.
Además, si utilizamos todo nuestro tiempo en practicar lo que ya tenemos, obviamos otro paso muy importante, el de recibir nuevos inputs, ideas, que pueden ayudarnos. Y esto no tiene que ser ni siquiera viendo algo de nuestra especialidad (ilusionismo, baile, etc). Da Vinci se inspiraba observando la naturaleza. Es cierto que lo mismo ver detalladamente un árbol no me ayuda a crear una obra de teatro, pero observar la vida cotidiana de la gente en la calle, o leer un libro seguramente sí. Recordemos las series con sucedáneos de Sherlock Holmes que tanto abundan en la televisión actualmente, la revelación llega cuando se deja de pensar en el problema.

Pero, si dejo de practicar, perderé la práctica (valga la redundancia).
Esto se piensa sobre todo en las artes que requieren una gran “habilidad manual” (entre las que yo más domino, la magia y los malabares).
Sí, pero no. Aunque es cierto que el practicar hace que te familiarices más con la técnica o el objeto, cuando las cosas están “bien aprendidas” no se olvidan. ¿A qué me refiero con esto? A mi argumento neurológico. Cuando aprendemos algo “manual”, como tocar el piano, o hacer malabares, consideramos que nuestras manos adquieren habilidad, pero esto no es del todo cierto. Lo que mejora no son nuestras manos, sino las conexiones cerebrales encargadas de estos movimientos. El viejo dicho de “montar en bici no se olvida”, es aplicable a esto. Esto no significa que las cosas se aprendan para siempre, pero si practicáis alguna de estas habilidades, tal vez recordéis cuando aprendisteis algo, la sensación de que el cerebro hacía “click”. Yo la recuerdo especialmente cuando aprendí malabares con cuatro pelotas, pero también es la sensación cuando tus padres te sueltan la bici sin ruedines y tú, que siempre te la habías pegado, empiezas a corretear con ella como si lo hubieras hecho toda tu vida.
Con esto quiero decir que alguna vez, tras no poder hacer malabares en seis meses (que tampoco recomiendo tomarse descansos tan largos) he recuperado las pelotas y en cinco minutos he sido capaz de realizar casi todos los trucos anteriores, si bien sin tanta claridad o elegancia.
Llegados a este punto, seguramente habréis reconocido ese momento, pero a la vez una parte de vosotros estará pensando “¿y este chaval que sabe de neurociencia?”. La respuesta es que me he apropiado de los estudios de otros, concretamente de los explicado en el libro “Los engaños de la mente”, dónde dos neurocientíficos (ellos sí serios y reputados) explican esto, entre otros muchos datos interesantes.

Explicado esto, sólo queda una cuestión más. La sensación de “estoy perdiendo el tiempo”, que muchas veces se tiene en este mundo. Esa que hace que parezca que si eres mago y no tienes todo el día una baraja en las manos, es que no eres un buen mago o que nunca estarás a la altura de aquellos que sí lo hacen. Imaginad la sensación que tengo yo cuando podría estar aprendiendo música, teatro, malabares, baile o magia y en lugar de eso estoy tirado en mi sofá. No estoy diciendo que sea bueno estar tirado en lugar de practicar, pero hay que saber que no siempre se puede estar practicando o aprendiendo algo. Que además de formarse para esta vida, hay que vivirla. Y para que veáis que esta sensación les pasa a los mejores, os dejo la entrevista a Luis Piedrahíta En el aire. Minuto tres para oir esto, pero el resto de minutos merecen igualmente la pena.



Como conclusión, decir que apoyo el entrenamiento continuado, durante el año, para mantener y mejorar el nivel, y el entrenamiento intensivo, para pulir y perfeccionar juegos o rutinas que vayamos a realizar en público próximamente, pero no el entrenamiento continuado e intensivo. Por supuesto, podéis contrargumentar o comentara a favor aquí abajo y estaré encantado de leeros y responderos (si el comentario da pie a ello). Un saludo y a practicar, pero no demasiado ;)

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