martes, 13 de octubre de 2015

Autobiografía: Mi futuro laboral



Buenos días. Creo que ya he publicado suficientes artículos en este blog (de los cuales al menos
 uno, por el momento, ha saltado a una revista online especializada en ilusionismo,) como
 para que sea interesante transmitir mi relación con las diversas artes escénicas a lo largo de mi vida. 
Unas pinceladas de por qué practico, escribo y reflexiono sobre ellas.

Hay gente que nace con un instinto para obtener dinero. Desde pequeñitos, deciden hacerse banqueros, o grandes empresarios.

A mí, mi instinto me lleva a tratar de vivir lo mejor que pueda con lo que tenga (nunca descarto un buen vino, o cualquier buena comida o compañía),  pero sospecho que las salidas laborales que me van surgiendo a lo largo de la vida no me llevarán a la lista de millonarios de Forbes.


Desde siempre me gustó el teatro.

Empezando a los ocho años, me siento cómodo en el escenario desde que recuerdo.

Sin embargo, nunca he sido un niño de jornadas maratonianas. Hacía teatro, sí, pero también inglés y judo, con lo que quiero decir que nunca me metí en una escuela intensiva de las que hacen del teatro tu vida.

Tampoco me presente a castings de los que te dan la oportunidad de cogerte de pequeño y convertirte en una cara conocida para el gran público

Por todo ello, junto con la teoría general de que solo los mejores actores consiguen comer caliente una vez por semana, no llegué a considerarlo un futuro plausible para mí.


Unos años más tarde, a los 15, entré en un pequeño curso de verano del Circo Price. Allí descubrí que los malabares se habían hecho para mí, que la acrobacia no y que el trapecio y las telas tenían un pase.

Malabares, eso sí que te asegura un buen futuro. Menos mal que mi próspera vida futura ya empezaba a manifestarse.


Teatro, malabares... ¿Hay algo más chulo en un escenario?  Sí, la magia. Por aquel entonces había un chico en mi instituto que era el mago oficial. Era increíble lo que podía asombrar a la gente con cuatro movimientos. ¿De verdad era tan difícil eso como para que solo lo pudiera hacer él?

Años después he descubierto que, bien hecha, la magia es una de las artes más difíciles, ya que engloba muchas de las demás. Sin embargo, mi introducción a la magia fue esa, no os voy a mentir. Un "si ellos pueden, ¿por qué yo no?". El mismo pensamiento que me ha llevado a interesarme por la música, pero con mejores resultados, ya que dos festivales y bastantes actuaciones después, puedo afirmar (sin falsa modestia, que para eso lo escribo yo) que algunas modalidades de la magia (principalmente magia de cerca) han resultado muy afines a mí.


Sin embargo, cuando se acercaba la Selectividad, la carrera de magia aún no existía (y aunque existiera debo admitir que no la hubiera considerado, como no consideré la RESAD).
Tenía una media muy decente y había que elegir algo que me diera un futuro aceptable, sin quedar muy lejos de mis intereses.


Y aquí es dónde elegí publicidad y relaciones públicas (con un amago de marketing que no me convenció). Algo no tan alejado de las artes escénicas como podría parecer, ya que alguien tiene que promocionar los espectáculos e incluso, la promoción de uno mismo es una de las facetas más importantes de un artista si quiere comer diariamente.

Sin embargo, mi instinto siguió sin fallarme. Era un sector en crisis, con unos sueldos brutalmente más bajos que años anteriores y en el que la creatividad (la parte que más me interesa) ha sido supeditada a la recogida y análisis de datos.

Es decir, que las posibilidades de vivir decentemente como creativo son prácticamente las mismas (sin exagerar) que las de hacerlo como mago profesional.


Y ahora, en el ocaso de la carrera, toca mirar hacia atrás y elegir y probar cuál de los caminos es más práctico e interesante.

Sin embargo, aún me queda un as en la manga. Algo que he hecho durante toda mi vida, por lo que no me importaría vivir de ello. Guionista cómico.

Un trabajo en el que, según toda la gente en activo, puedes elegir entre trabajar en la tele con un sueldo decente pero con un control cuasi absoluto sobre tus ideas, o trabajar en radio o Internet con barra libre para tu creatividad, pero sin comida para tu estómago.



Un vez más, mi instinto continúa infalible.

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