Este año se celebra en el Circo
Price el V Festival Internacional de Magia.
Al ver los carteles por la calle mi madre me preguntó si me apetecía ir
y le contesté que no pasaba nada si este año nos lo perdíamos (hemos ido a
todas las ediciones anteriores), ya que “sería muy parecido a lo de
siempre."
Y este es uno de los grandes
peligros a los que se enfrenta la magia, que el espectador crea que ya ha visto
todos los trucos y que el nuevo espectáculo no va a ser diferente de los
anteriores (peligro alimentado por todos los magos que continúan haciendo la
clásica rutina de cuerdas, seguida del pañuelo que desaparece y rematada por la
versión más clásica de los aros chinos).
Pero unos días más tarde vi una
breve reseña de Ramón Mayrata en Facebook, en la que afirmaba que las
actuaciones de esta edición tenían como denominador común la dramatización de
la magia. Y si has seguido este blog mínimamente, supondrás que yo (firme
defensor de la incorporación de elementos teatrales en espectáculos de magia),
no podía resistirme a eso. De manera que, juntando eso con los magníficos precios
a través de Atrápalo (entre 12 y 15€), el pasado jueves 17 acudí a ver el
Festival.
Al igual que la presentación de
la IV edición me disgustó, presentada por uno de esos típicos niños mago “robotizados”
y con una gran carga de sentimentalismo, la de este año me produjo un grato
efecto. Sobriamente, sin exceso de palabras, los distintos artistas iban
apareciendo en distintos lugares del escenario o entre el público, realizando
un breve truco y cediendo la atención al siguiente.
El propio Jorge Blass, en lugar
de soltar un gran discurso, se limitó a hacer aparecer en un silla vacía a la
única artista no mágica (acróbata aérea, con un número de cintas), incluyéndola
en el ambiente ilusionista.
Del mismo modo, la temática del
festival, el tiempo, me parece muy bien tratada. Incluida en un clásico juego
de interacción con el público en el que estos cortan y barajan en sus manos, y
como elemento físico (un reloj) en un par de juegos de escenario, pero sin
abusar en ningún momento. Sirve como hilo conductor de las actuaciones, pero no
obliga a los artistas a cambiar sus juegos o presentaciones para adaptarse a
él.
Analizando otros factores,
querría resaltar en primer lugar la calidad de los artistas. Esto puede
considerarse obvio, ya que son renombrados magos seleccionados entre lo mejor
de distintos países, pero en un número sorprendentemente elevado de veces, mi
criterio de lo que es un buen mago no se corresponde con el de los que imparten
los premios.
En este caso los magos no se
limitan a realizar bien los trucos, algo que en las grandes ilusiones muchas
veces se realiza de forma semiautomática, sino a interpretarlos de manera
exquisita. Todos ellos parecen tener nociones de control corporal (unos
conocimientos básicos de danza o acrobacia) que les ayuda a la hora realizar su
papel. De esta manera, destacaré dos tipos de interpretación muy distintas,
pero ambas correctas.
Por un lado el Mago Topas,
alemán, todo un showman. Capaz de interpretar música con una baraja de cartas
y, lo que es más importante, entretener al público con ello. Un ejemplo de
magia interactuada con el público con la habilidad de un cómico profesional y
no con la torpeza que muchos magos amateur que tratan de ser graciosos (sin
conocimientos ni habilidades básicas para ello) muestran.
En el otro estilo, Marcel
Kalisvaart y su compañía Magus Utopía. Una interpretación clásica en el sentido
de que utiliza la cuarta pared (no interactúa con el público), pero magistral.
Con una coreografía, vestuario y movimientos propios de un número musical, lo que,
combinado con las apariciones, desapariciones, escapismos y demás juegos, crea
un espectáculo increíble.
En términos más técnicos del
ilusionismo, el festival también destaca. El uso de la misdirection
psicológica, sutil, invisible al cerebro consciente, es una maravilla. Y, junto
a esta, destaca la justificación de las acciones. Los trucos no suceden porque
sí, sino con un motivo, lo que ayuda a la narración dramatúrgica y a la fluidez
del espectáculo.
Debido a todo esto (y para dar
mayor lógica al título y no utilizarlo como mera herramienta publicitaria),
querría felicitar a Jorge Blass. Personalmente no soy un excesivo fan de su
estilo mágico (demasiado infantil y familiar para mi gusto), aunque soy
plenamente consciente de que tiene un gran público que sí lo es.
Pero no quiero felicitarle como
mago en esta ocasión, sino como productor y director del espectáculo. Además de
por la elaboración del mismo, por relegarse a un segundo plano como presentador
y dejar la presentación del espectáculo a Topas, lo que (aparte de que su
estilo sea más cercano al mío) le da al Festival un estilo diferente a los
anteriores.
Personalmente sé lo difícil que
resulta ceder el protagonismo de un festival organizado por ti mismo a otra
persona, por lo que, sinceramente, enhorabuena.